15/6/2017

Imaginémonos que nos encontramos en algún bello lugar del sur de Chile. La principal fuente de sustento para la comunidad que allí vive es la agricultura. Es claro que para esa comunidad un adecuado conocimiento del estado de la tierra constituye, entonces, una cuestión de vital importancia. Seguramente, la experiencia acumulada generación tras generación, sumada a los desarrollos formales de la técnica, han facilitado el uso adecuado de este importante recurso natural. Pero todo parece indicar que será posible que ese conocimiento sea aún más sofisticado.En efecto, se ha señalado que en un horizonte no muy lejano sería posible monitorear en tiempo real la humedad del suelo las 24 horas del día y todos los días del año, a través de sensores[1]. Estos sensores debieran transmitir, a través de una conexión de banda ancha móvil la información recolectada a un computador, es decir, se trataría de una comunicación de una máquina conectada a otra máquina. Esta sería una más de las aplicaciones de que lo se ha llamado “Internet de las Cosas”.Una aplicación como la descrita, de indudable utilidad, debiera ser soportada por una red de telecomunicaciones que sea capaz de ofrecer altos niveles de fiabilidad –probabilidad de buen funcionamiento de la red dentro de cierto periodo– y disponibilidad –medida del tiempo durante el cual la red está disponible y operativa sin interrupciones–. Además, esa red debiera ser inalámbrica, ya que en áreas rurales los costos de desplegar una red alámbrica son altos. ¿Qué entorno tecnológico permitirá cumplir con estas exigencias? La respuesta a esta pregunta es 5G.Según lo señalado por la literatura especializada[2] este nuevo estándar tecnológico permitirá: (a) una tasa de transferencia de datos muy alta –videos de alta resolución (1 Gbps de velocidad de bajada)–, (b) latencia muy baja[3] (videos en tiempo real), (c) fiabilidad y disponibilidad ultra altas (exigentes estándares de calidad de servicio, se proyecta un 99,999% de disponibilidad), (d) muy bajo costo del dispositivo y consumo de energía junto a la capacidad de usar bandas de frecuencia más altas -mayores a 600 Mhz- y (e) energéticamente más eficiente (90% reducción de uso de energía).En relación con las tecnologías predecesoras, el 5G representa un salto de proporciones. La transición de 2G a 3G permitió el acceso a internet a través de los dispositivos móviles, y el 3G hizo posible el tráfico de datos, pero no fue sino hasta el despliegue de la tecnología 3,5 G y el surgimiento de los smartphones que la experiencia de uso del consumidor tuvo un gran avance –acceso a internet de banda ancha–. Las tecnologías 3G y 4G se han centrado mayormente en el uso de la banda ancha móvil, ofreciendo capacidad de sistemas optimizada y tasas de datos superiores a la tecnología anterior. En algunos casos, el entorno 5G contribuirá a la optimización de usos actuales del 4G; y en otros, donde se observará el gran salto anunciado, fomentará nuevos usos tales como videos de alta resolución (4k, 8k), realidad virtual, realidad aumentada, y como ya señaláramos, el Internet de las Cosas.Es indudable que la nueva tecnología 5G, con las características descritas y con la capacidad para soportar innovadores servicios, presenta importantes desafíos al regulador. ¿Se requerirá de nuevo espectro?, ¿en qué banda de frecuencia? Son algunas de las interrogantes que ya se plantean en la industria. En el debate europeo se ha planteado, por ejemplo, la necesidad de flexibilizar la regulación vigente y permitir modalidades de acceso compartido al espectro (tiempo o espacio), ya que solo una pequeña parte del espectro necesario para 5G podrá ser utilizado bajo el enfoque clásico de despeje/limpieza de este escaso recurso y podría evaluarse la posterior subasta de derechos de uso exclusivo sobre el espectro restante, el que deberá, o al menos se ha sugerido, ser compartido. Lo novedoso de esta nueva modalidad de asignación de espectro, calificada como “dinámica”, es que permitirá a un usuario acceder oportunistamente al espectro que no esté siendo usado por otro usuario.Estas nuevas formas de acceso al espectro desafían el régimen tradicional de concesión de espectro que hoy impera en Chile. ¿Estaremos preparados para abordar adecuadamente estas nuevas cuestiones? Pareciera ser que frente a esto surgen más dudas que respuestas, sobre todo si se piensa que recién se está discutiendo sobre el desarrollo de un mercado secundario del espectro (Boletín N° 9541-15).[1] Alexiadis, Peter y Shortall, Tony. The advent of 5G: Should Technological Evolution Lead To Regulatory Evolution? Competition Policy International. Noviembre 2016, p.3.[2] Alexiadis, Peter y Shortall, Tony. The advent of 5G: Should Technological Evolution Lead To Regulatory Evolution? Competition Policy International. Noviembre 2016, p. 2.[3] La latencia es el tiempo que tarda la información en transmitirse desde la fuente de origen hasta la fuente de recepción. Se estima que este tiempo será en un entorno 5G de 1 milisegundo de extremo a extremo. Esta propiedad se diferencia de la velocidad, la cual mide el volumen de datos por segundo que una red es capaz de transmitir.Referenciashttp://www.5gamericas.org/files/9214/3991/2167/4G_Americas_Rysavy_Research_LTE_and_5G_Innovation_white_paper.pdfhttps://www.gsmaintelligence.com/research/?file=141208-5g.pdf&downloadhttp://img.lightreading.com/downloads/5G-to-a-Super-Connected-World.pdf Alexiadis, Peter y Shortall, Tony. The advent of 5G: Should Technological Evolution Lead To Regulatory Evolution? Competition Policy International. Noviembre 2016Cave, Martín y Webb, William. Enginering competition through spectrum policy: previous approaches and why 5g needs change.