19/6/2024

Robert Rauschenberg

Erased de Kooning Drawing

(NYC, 1953)

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Clasificación: Dibujo.
Dimensiones: 64,14 cm x 55,25 cm x 1,27 cm.
Exhibición: MoMA San Francisco.

Un lienzo nunca está vacío

Robert Rauschenberg

 

Erased de Kooning Drawing (1953), de R. Rauschenberg (1925 – 2008) es, sin duda, una de las obras ícono del arte contemporáneo. Y lo es por varios motivos: primero en tanto materializa el conceptualismo, impulsando dicho movimiento, que encontraría su punto más álgido justamente en la década siguiente, con la irrupción de performances tan importantes como Un paso al vacío (1960) de Y. Klein, el happening Cityrama (1961) de W. Vostell, o la conocida y punzante exhibición de P. Manzoni con su Merda d’artista (1961), entre otras; por otro lado, la serie White Paintings de la que Erased de Kooning Drawing formaría parte, en palabras de Gompertz, habría sido “antesala del minimalismo”, influyendo en artistas tan relevantes como John Cage y su 4’33’’.

Erased de Kooning Drawing, el que para su entendimiento no es posible de ser separado de su proceso artístico, como bien lo adelanta su nombre, corresponde a los vestigios de un dibujo de W. de Kooning sobre papel, realizado con cera, lápiz, carboncillo y óleo, borrado por R. Rauschenberg, enmarcado en dorado sobre un fondo blanco, contando en la parte inferior central con la inscripción de la obra, autor y año, también sobre papel, en tinta negra, con una tipografía que pareciera ser propia de una máquina de escribir.

Como lo describe W. Gompertz en ¿Qué estás mirando? 150 años de arte moderno en un abrir y cerrar de ojos, R. Rauschenberg, con una carrera reciente en el ámbito artístico, en el afán por descubrir “hasta qué punto se puede actuar sobre un objeto sin que pierda todo su significado”, y probablemente con el deseo de superar el mesianismo del expresionismo abstracto norteamericano, con el coraje de un ebrio acudió al estudio del consagrado de Kooning, solicitándole uno de sus dibujos para borrarlo con goma, quien terminó accediendo, otorgándole al joven artista una obra pequeña que luego del transcurso de un mes habría podido borrar.

Entonces, ¿qué es lo que vuelve tan excepcional a esta obra?, ¿dónde está el ingenio, la técnica al borrar la obra de otro?, ¿por qué entenderla como un ícono del arte contemporáneo? La respuesta parece clara, aunque no simple: la intención artística.

Resulta más o menos evidente que durante el siglo XX las manifestaciones artísticas se tornan cualitativamente más complejas; la obra de arte moderna ya no sólo es decorativa u ornamental, ni meramente conmemorativa, ni tiene por finalidad honrar a deidades celestes. Tampoco tiene una intención únicamente ilustrativa o “pedagógica” –como en el primer centenio del desarrollo del arte latinoamericano, ni propagandística –como el arte de posguerra–. La obra de arte moderna tiene una finalidad distinta, ya que busca transmitir una idea, un sentimiento, un pensamiento del artista, e incluso su propia cosmovisión. Así, la obra de arte vuelve tangible lo intangible, materializando el platónico “mundo de las ideas” que por tanto tiempo fue reservado a aquellos saberes de tipo matemático, del cual se privó a las artes.

La complejidad de la obra de arte moderna radica justamente en el abandono del naturalismo, y en la resistencia a servir de medio para un determinado fin, constituyendo el fin en sí misma; que ya no pasa por la avenencia del mecenas de turno, ni requiere la aprobación de la iglesia, debiendo su fidelidad únicamente a la intención artística de su creador.

De esta manera, la intención artística toma un rol fundamental en el desarrollo del arte contemporáneo, cuya explicación podría intentarse a partir de los cambios filosóficos, culturales, políticos y económicos que secundan la era moderna. Sobre la base del antropocentrismo, y siendo la obra de arte el punto culmine de representación de la intención del artista, resulta (muy) difícil su comprensión sin estudiar tanto el contexto histórico de su producción como el particular de su autor 

Es por ello que, para intentar un análisis de Erased de Kooning Drawing, resulta necesario conocer el proceso artístico que llevó su creación, además de la propia visión de R. Rauschenberg que le habría conducido a borrar el dibujo de Kooning y con ello, crear su propia obra de arte. Así, el rol de espectador, como mero observador, se vuelve insuficiente para desentrañar el contenido de la obra –que no es otra cosa que la materialización de la intención artística de su creador–, por lo que además de agudeza visual, el arte contemporáneo exige al observador el estudio del proceso y los motivos, para procurar una comprensión adecuada.

El desarrollo artístico de R. Rauschenberg comenzó a fines de la década de los 40’ con la idea de que “la pintura se relaciona tanto con el arte como con la vida”, que se vería reflejada en el desarrollo de sus obras y la consolidación de lo que más tarde conoceríamos como Pop Art, de la mano de M. Duchamp, K. Schwitters, J. Arp, R. Lichtenstein, entre otros.

Por Erased de Kooning Drawing, en más de una ocasión se tildó erróneamente a Rauschenberg de dadaísta, considerando el “ímpetu destructivo” de la vanguardia antiarte, en su concepción más clásica. Sin embargo, como lo refiere Gompertz “no era el acto dadaísta de destrucción, sino encontrar la forma de que el dibujo pudiera formar parte de su serie de obras blancas” . De esta manera, en el afán mismo de ir descubriendo los límites del arte –y en este punto cobra sentido la pregunta ¿hasta qué punto se puede actuar sobre un objeto sin que pierda todo su significado? –, decide crear, a través de la eliminación de la imagen y la “depuración” de información visual, una obra nueva, que en sí misma constituye un manifiesto que plantea problemas tan complejos como los límites del arte.

De esta manera, la obra de R. Rauschenberg deja en evidencia la importancia de la intención artística en el arte contemporáneo, y la materialización de la misma a través de la obra de arte, que en el caso de Erased de Kooning Drawing se transmite al espectador con un guiño evidente a la mínima revelación del expresionismo abstracto, al constituir la obra misma el lienzo –papel en este caso– en blanco, eliminado su contenido previo siguiendo un proceso creativo cuyo origen –el hecho de ir al estudio de de Kooning, solicitar la obra exponiéndose a la respuesta azarosa del artista, para luego eliminarla– bien puede considerarse el punto de partida de la performance,  en los términos que hoy la conocemos.

Y, con el borrado, viene la crónica anunciada de la transición hacia nuevos movimientos y tendencias artísticas, que superarían el imperio del expresionismo abstracto norteamericano. Sin embargo, la concreción de la intención artística a través de la obra permanecería siendo el común denominador entre todos ellos.

¿Qué es la intención artística? Podría decirse que no es otra cosa que la propia obra de arte, en cuya materialidad se confunde. Es el manifiesto que expresa el imaginario del artista, y que, de acuerdo a su conformación, tiene la capacidad de trascender en el tiempo y ser conocida por nuevas generaciones. La intención artística es el móvil que inspira y determina al artista su acción y composición, de la cual la obra de arte es su apogeo.

Es por ello que Erased de Kooning Drawing resulta ser tan representativa de la misma, desde la performance que envuelve la petición de Rauschenberg a de Kooning, pasando por el borrado de la obra y su enmarcado, hasta su exhibición en la Poindexter Gallery NY, y llegando a nuestros días como un puente entre las vanguardias del primer y segundo decalustro del siglo XX.

Así las cosas, no queda sino agradecer a Rauschenberg y de Kooning por su visión, ya que la obra no sería posible sin el trabajo y entendimiento de ambos, convirtiéndose en fuente de inspiración para varias generaciones de artistas que comprenderían la obra de arte como un manifiesto vivo, que permitiría su interpretación y reinterpretación a través de los años, a partir de la idea plasmada en la misma.

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Escaneado infrarrojo digital de Erased de Kooning Drawing, que muestra restos del dibujo original de W. de Kooning, Museo de Arte Moderno de San Francisco