20/1/2025

Recientemente, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha nominado al comisionado Andrew Ferguson como presidente de la Comisión Federal de Comercio (“FTC”, por sus siglas en inglés), cargo actualmente ocupado por la académica estadounidense Lina Kahn. Este nombramiento podría significar un giro importante en la política regulatoria estadounidense, con esperables efectos a nivel global. Veamos.

Desde su designación como comisionado de la FTC en 2024, Ferguson, miembro de The Federalist Society, ha criticado las políticas regulatorias y de libre competencia, especialmente aquellas dirigidas a las grandes empresas tecnológicas. Según sus propias declaraciones, Ferguson buscaría poner fin a lo que considera una vendetta” contra las grandes tecnológicas, lo que podría suponer un vuelco respecto a la estrategia seguida por la administración Biden, que promovió diversas medidas para incrementar la competencia en el sector tecnológico. Entre ellas, la Orden Ejecutiva de Promoción de la Competencia de 2021, cuyo foco fue combatir prácticas anticompetitivas y reducir el poder de mercado de las principales plataformas digitales.

El impacto de esta posible flexibilización en lo que respecta a la supervisión del sector tecnológico es incierto, pero envuelve un dilema clave en la discusión actual a nivel mundial: si bien un mercado menos regulado podría fomentar la inversión y la innovación, también podría resultar en prácticas abusivas que perjudiquen la libre competencia y, en definitiva, a los consumidores. La experiencia reciente con la neutralidad de la red, por ejemplo, ha demostrado lo difícil que puede ser encontrar un balance a este respecto en un entorno tan dinámico como los mercados digitales y la economía global. Asimismo, la polarización política también juega un papel fundamental en este debate: los defensores de una regulación más estricta consideran que las grandes tecnológicas han alcanzado niveles peligrosos de concentración de poder, mientras que sus opositores sostienen que una competencia justa y la autorregulación serían suficientes para garantizar mercados equitativos.

Lo cierto es que, sin perjuicio del enfoque del comisionado, Ferguson heredará varias investigaciones abiertas por la FTC contra las grandes empresas tecnológicas, incluidas acusaciones sobre presuntos abusos de posición dominante y fusiones o adquisiciones que habrían reducido la competencia en los mercados involucrados. Aunque Ferguson ya ha expresado dudas sobre el alcance de las facultades de la FTC y la dirección de estos casos, aún no está claro si continuará con ellos o si modificará el foco adoptado hasta el momento, decisión que sin duda es fundamental para el futuro de estas investigaciones, así como para el desarrollo de la industria tecnológica y de la política de competencia en general, tanto en Estados Unidos, como en el resto de los países que lo ven como una jurisdicción de referencia.

Así, en comparación con Europa, que ha adoptado políticas que podrían ser consideradas más agresivas respecto de las empresas tecnológicas, y donde hemos visto la imposición de millonarias multas en contra de los gigantes tecnológicos, la dirección de Estados Unidos en los próximos años podría girar hacia el lado contrario.

En definitiva, la llegada de Ferguson a la FTC simboliza un cambio de enfoque que podría redefinir la relación entre el gobierno norteamericano y las grandes tecnológicas, cuyas repercusiones podrían generar impactos a una escala global. Nuevamente, continúa abierto el debate entre la intervención regulatoria sobre las empresas, la protección de los consumidores y la garantía de mercados competitivos en un mundo cada vez más digital y globalizado. Habrá que esperar para saber qué tan fuerte será el golpe de timón.