El denominado hidrógeno verde se ha tomado la discusión energética del último tiempo. Considerando la relevancia que, muy posiblemente, tendrá este elemento y su desarrollo en el futuro de la transición energética mundial, el objetivo de esta columna es tanto precisar qué es el hidrógeno verde, como revisar en qué están otros países del mundo en relación con su desarrollo como fuente de energía sustentable.El hidrógeno presenta la ventaja -frente a otros combustibles- de que su combustión, a diferencia de lo que sucede con los hidrocarburos, no genera óxidos de carbono (monóxido y dióxido), sino simplemente vapor de agua. Sin embargo, dado que el hidrógeno puro no se produce naturalmente, es necesario obtenerlo mediante su separación de otros elementos químicos. Uno de los métodos para lograr dicha separación es la electrólisis del agua, proceso que supone la descomposición, mediante la utilización de una gran cantidad de electricidad, de las moléculas que forman el agua, es decir, de los gases oxígeno e hidrógeno. Cuando la electricidad necesaria para llevar a cabo un proceso de electrólisis como el recién descrito proviene de energías renovables, el hidrógeno resultante toma el nombre de “hidrógeno verde”.Ahora bien, el hidrógeno también puede ser extraído de combustibles fósiles. La Agencia Internacional de Energía estima que, actualmente, un 75% del hidrógeno es obtenido a partir de gas natural y un 23% a partir de carbón. En ese caso, el hidrógeno se ha denominado “hidrógeno gris”. Existe una tercera posibilidad, en la cual, si bien se produce hidrógeno a partir de combustibles fósiles, se le agregan procesos de captura y almacenamiento de carbono, de manera tal que los óxidos de carbono que se generan como consecuencia de la fabricación del hidrógeno no se liberen a la atmósfera. En este último caso, el hidrógeno es denominado “hidrógeno azul”.En el último tiempo se ha generado un momentum a nivel mundial sin precedentes, tanto político como económico, para el desarrollo del hidrógeno verde. Por una parte, ello se debe a que el potencial de descarbonización del hidrógeno verde es especialmente alentador respecto de aquellas actividades cuyas fuentes de energía no son fácilmente sustituibles por la electricidad, como es el caso del transporte marítimo y aéreo; de la industria del hierro, acero y aluminio; y, de la fabricación de químicos y petroquímicos. Por otra, a que los costos asociados a la obtención del hidrógeno verde han disminuido y se espera que lo hagan mucho más aún. La Agencia Internacional de Energías Renovables proyecta que, para 2030, el costo de producción de cada kilogramo de hidrógeno será de 2 a 3 dólares, lo que lo tornaría competitivo en comparación con el hidrógeno gris. Esto último, a su vez, permitiría la creación de una industria de hidrógeno verde capaz de generar muchos puestos de trabajo y otros beneficios económicos.Por lo mismo, y de la mano del enorme desarrollo que han tenido las energías renovables en nuestro país, el Ministerio de Energía se encuentra en proceso de elaboración de una estrategia para impulsar la creación de una industria del hidrógeno verde que posicione a Chile como un país líder en el desarrollo de esta tecnología. De acuerdo con las estimaciones de dicha autoridad, el costo de producir hidrógeno verde en Chile podría llegar a ser uno de los menores del mundo (menos de 1.6 USD/KgH2, en comparación a los 2 o 3 USD/KgH2 o incluso menos de 3 USD/KgH2 en otros países). Como consecuencia, la exportación de hidrógeno, desde nuestro país hacia gigantes como China, Japón y Corea del Sur, sería más competitiva incluso que la de otros países de Asia, lo que resultaría en ingresos de más de 30 mil de millones de dólares al año. Actualmente, el Ministerio de Energía se encuentra desarrollando una serie de mesas técnicas para discutir y perfeccionar los que serán los ejes principales de la estrategia.La experiencia comparada también muestra el gran interés que existe en potenciar el hidrógeno. Así, Australia lanzó su hoja de ruta en 2018 con el objeto de proporcionar un plan para el desarrollo de una industria doméstica del hidrógeno limpio y sentar las bases para la elaboración de un marco normativo apropiado para incentivar inversiones en infraestructura, producción, almacenamiento y transporte.China, por su parte, ha optado por centrar sus esfuerzos en el desarrollo de tecnologías del hidrógeno para el sector del transporte. En su hoja de ruta, el mayor productor de este gas en el mundo ambiciona al establecimiento de toda una cadena de tecnología e industria para fuel cell vehicles (FCV). Para ello, trazó objetivos a cumplirse en distintos horizontes temporales, tales como conseguir que, para el año 2020, los costos de fabricación de los FCV sean similares a los de los vehículos totalmente eléctricos; y que, para el año 2025, se produzca hidrógeno que provenga principalmente de recursos renovables.Por su parte, Alemania lanzó su estrategia a mediados de junio de este año, con un enfoque en el hidrógeno verde para el impulso de su transición energética. Dentro de sus principales ambiciones se mencionan el hacer que el hidrógeno sea competitivo, impulsando la reducción de costos con un rápido aumento del mercado internacional; el desarrollar un mercado doméstico y señalizar el camino para las importaciones que serán necesarias para la industria del país; y, el establecer mercados internacionales de hidrógeno y cooperación, en los cuales Alemania se vislumbra a sí misma como una actora en el desarrollo y exportación de tecnologías de hidrógeno.En la misma línea, hace solo unos días la Unión Europa publicó su estrategia de hidrógeno como parte de su plan de recuperación económica. En ella se destaca al hidrógeno como una prioridad de inversión para impulsar la resiliencia y el crecimiento económico climáticamente neutral; crear empleos locales; y, consolidar el liderazgo mundial de la Unión. Para ello, se establece una estrategia en tres etapas: el apoyo a la producción de hidrógeno renovable (hasta 2024); la inclusión del hidrógeno como parte intrínseca del sistema energético integrado de la Unión (hasta 2030); y alcanzar el despliegue del hidrógeno renovable a gran escala en todos los sectores difíciles de descarbonizar (a partir de 2030).En definitiva, pareciera que los Estados están llamados a adoptar un rol preponderante en el desarrollo de una sociedad del hidrógeno. No sólo porque se requiere el establecimiento de marcos legales sólidos -hasta ahora insuficientes- para el correcto desenvolvimiento de la actividad de los privados y atraer así inversiones, aspectos que ya han comenzado a ser estudiados en Chile; sino también porque es necesario inyectar recursos para la formación de capacidades e I+D para el desarrollo de las tecnologías del hidrógeno, e instaurar incentivos, tales como una adecuada valoración del precio del carbono y el financiamiento de proyectos, que permitan reducir el costo de estas tecnologías a lo largo de toda su cadena de valor.
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