28/7/2021

* Nota: Esta reseña trata de evitar los spoilers.

A partir de su lugar en la mitología griega, el dios Póthos se ha asociado con la nostalgia; es decir, con el dolor por la constatación de una ausencia. Y tal vez la ausencia más intensa la constituye la pérdida de un ser querido, sea por su muerte u otra forma de partida física o mental. En ese contexto, el duelo puede ser visto como el tránsito desde el dolor por la ausencia hasta la aceptación de ésta, y es, por lo tanto, una pieza fundamental de cualquier proceso de sanación. Por eso es que toda civilización tiene ritos encaminados a promover ese duelo, entendiéndolo como un recorrido necesario para sobrellevar una pérdida.

Mare of Easttown, uno de los buques insignias de la recientemente llegada plataforma HBO Max es, en cierto sentido, una serie sobre el duelo; o más propiamente sobre la imposibilidad de iniciar ese proceso, sea por causas propias o ajenas, y de los efectos que ello produce en quienes lo experimentan.

Pensada como una miniserie policial de ocho capítulos, ésta cuenta la historia de Mary Ann (Mare) Sheehan, una detective de un pequeño pueblo, Easttown, ubicado en el estado de Pennsylvania, de raigambre mayoritariamente católica. Protagonizada por Kate Winslet, Mare se presenta como un personaje en esencia solitario, obstinada en resolver los graves delitos que han conmovido a esa ciudad, pero al mismo tiempo capaz de romper ciertas reglas básicas, sean legales o simplemente de civilidad, no sólo en aras de ejercer su trabajo sino que también para beneficio personal. Mare no es una Javert, sino que es mucho más compleja, y por ello más atrayente. Sabe que las decisiones que debe tomar una detective que es conocida por toda una comunidad son difíciles y traen consecuencias personales y profesionales, pero al mismo tiempo recorre conscientemente ese camino si es que ello le permite cumplir mejor su trabajo.

Además de la soberbia actuación de Winslet, parte del éxito de Mare of Easttown se encuentra en su capacidad para retratar los avatares de un pequeño pueblo sacudido por su propio devenir. Aquí no está el glamour de las altas finanzas del Nueva York de Billions, ni el escenario vintage de Los Ángeles en que se desenvuelve la también policial Bosch. Easttown es un pueblo de profesores de escuelas públicas, obreros y microempresarios. De aquellos que en 2016 le dieron el triunfo a Donald Trump en Pennsylvania. Acá no hay yates ni aviones privados; por el contrario, lo que abunda es la adicción y los embarazos adolescentes, y lo que escasea es el dinero. Se nos presenta un ecosistema muy similar al de Manchester by the Sea, logrando, al igual que ésta, sumergirnos en los sufrimientos de personas comunes y corrientes.

Con algunos guiños a la espléndida primera temporada de The Killing (aunque sin el fiato en la pareja de detectives por la que esta última destacó), Mare of Easttown es mucho más que una serie policial. Es la lucha de una comunidad y de cada uno de sus miembros por sanarse del dolor desde distintas formas: sea como búsqueda incansable de lo perdido, como la negativa a reconocer lo trágico de la muerte, o como un reflejo de las tristes consecuencias de una adicción. Mare nos produce ambivalencia precisamente porque su dolor es su motor en la búsqueda de la verdad, pero es al mismo tiempo causa de sus propios instintos autodestructivos. Y en ello, Kate Winslet interpreta soberbiamente el papel de su atribulado personaje.

Todo lo anterior hace de Mare of Easttown una opción muy recomendable para sobrellevar en parte estos aciagos tiempos pandémicos.

Nota aparte: la soberbia actuación de Jean Smart como la madre de Mare. Ambas conforman un dúo potente, de relación difícil pero cuyo límite es el cariño profundo y el saberse parte de un pasado y presente común.

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